Lestandor - IV: Carreras y Revelaciones
-No, no se trata de Gondolin, Eleder. ¡Está aquí, en Lestandor! Es un lugar mítico; muy poca gente sabe de su existencia. En realidad ni siquiera se trata de un valle: es el fondo de un volcán, en el cual hace mucho tiempo se asentó un grupo de personas, huyendo de Eru sabe qué, y crearon un poblado que ha permanecido allí desde entonces. Está prácticamente en la Mitad del Mundo, y allí es seguro que nadie molestaría a tu profesor; estoy seguro de que es la mejor opción para… ¿Cómo? ¿Qué si el volcán está inactivo? ¡Pero qué pregunta más absurda! ¡Pues claro que no! ¡Ningún volcán está inactivo en Lestandor! Pero bueno, supongo que el riesgo les compensa… Tardaremos unos…
En ese momento, Celebriel detuvo su explicación, se dio media vuelta y se alarmó:
-¡¡Malditancia!! ¡Nos están siguiendo!
Y era cierto. Eleder, aterrado, observó como tres personas, caminando a paso ligero, iban acortando distancias con respecto al Trollbus (nadie dijo que la máxima velocidad de un Troll fuera demasiado alta).
-¿Y ahora qué hacemos? –le preguntó, con gran nerviosismo.
-Lo primero de todo –respondió Celebriel-, mantener la calma. Lo segundo, pensar con claridad. Y lo tercero… ¡¡saltar!! –y, agarrándole del brazo, le arrojó fuera del Trollbus, precipitándose ella después, y haciéndole correr frenéticamente por entre las callejuelas de Kwito. Los perseguidores, maldiciendo, echaron a correr tras ellos.
Eleder, agotado, intentó frenar a Celebriel (no en vano la última vez que había corrido así había sido un día en que se dio cuenta de que el Rector estaba en el pasillo de al lado, buscando a alguien para organizar los Festejos de Yule de ese año), diciéndole –Pero… ¿A dónde vamos? ¿Por qué… ay… corremos? ¡Quizás no sean… ay… peligrosos… Celebriel, para ya!!!
Ésta, impertérrita, siguió arrastrándole por callejuelas cada vez más oscuras e inhóspitas. –Cállate ya, Eleder –le replicó-. Sé quiénes son, te lo explicaré luego. Pero primero tenemos que llegar a un lugar seguro. ¡Por aquí! –y le empujó a un callejón más sombrío aún, mientras se oían gritos como “¡El Progreso no se Vende!”, “¡Elfos, Siervos della Reacción!”, o “!!El Cambio debe Imponerse!!”.
Tras varios minutos de frenética escapada, Celebriel mandó parar al Doctor, que casi se desploma de alivio. –Bueno –dijo-, creo que ya les hemos dado esquinazo. Aquí no se atreverán a entrar. Este barrio es el Tópatanwen, uno de los lugares más peligrosos, de mala reputación y arriesgados de Kwito, sobre todo para los extranjeros. Aquí estaremos a salvo –el Dr. Eleder tragó saliva-. Tú, sobre todo, no te quedes nunca solo; si te quedas solo, no hables; y si hablas, no… ¡Un momento! ¡Espera aquí! –y, dando un salto, desapareció por una de las puertas abiertas en la calle.
Eleder no tenía ninguna intención de moverse; el miedo, de hecho, lo tenía paralizado. En la oscuridad de esos callejones le parecía que se escondían peligros sin cuento; en cada una de las bocacalles le parecía distinguir crueles y sospechosos ojos que le vigilaban, con propósitos siniestros.
De pronto, uno de esos ojos (dos de ellos, para ser más precisos) se delimitaron de forma mucho más clara, y arrastraron con ellos una cabeza y un cuerpo entero, que comenzó a avanzar, de forma cauta pero decidida, hacia el Catedrático. Las ropas raídas del extraño denotaban su baja extracción, y mantenía los ojos fijos en un Eleder que miraba frenéticamente a todos lados, buscando una salida que no existía. El hombre, finalmente se colocó delante de él, y con voz ronca y arrastrando las erres, le dijo:
-Disculpe usted, señor, buenas nochesf… ¿No tendría usted fuegof, por casualidad?
Mientras el ciudadano continuaba su búsqueda de lumbre, y Eleder continuaba intentando calmar los desbocados latidos de su corazón, Celebriel reapareció. -¡Vamos! Tengo buenas noticias. Pero tenemos que apresurarnos. Nos darán ciertas informaciones muy valiosas. Pero tenemos que subir a la Tárost, la Fortaleza Alta de Kwito. ¡Sígueme!
A Eleder le faltó tiempo para abandonar ese Tópatanwen. Siguiendo a la elfa, fueron ascendiendo varias calles que se iban ensanchando, hasta convertirse en avenidas que casi podían rivalizar con las de Nueva Númenor . El colorido de las casas le sorprendió; parecía que Kwito no iba a ser tan oscura, después de todo… y, de pronto, una imagen le paralizó: dos altas torres, adornadas por doquier con animales fantásticos, como armadillos e iguanas, y otros reales, como dragones y olifantes, centelleando de plata y oro, y elevándose hacia los inmensos (y lluviosos) cielos de Lestandor , se alzaban frente a él. Celebriel, mirando también hacia arriba, le dio una palmadita en la espalda y le dijo:
-Bueno, aquí tienes, Eleder… ¡La Alta Fortaleza! ¿Es imponente, eh? Bueno… ¡subamos! –“¡¿Subir?!”, empezó a replicar él, pero en vano.
Tras interminables tramos de escaleras, llegaron finalmente a la parte más alta de una de las torres. La vista desde allí era realmente impresionante: Kwito se extendía bajo sus ojos como una gran serpiente entre montañas, ominosa pero a la vez sobrecogedora. Celebriel dejó allí al Doctor, bajó a hablar con ciertos amigos suyos, y volvió al de un rato, sonriendo.
-Bueno, tengo buenas noticias. En primer lugar… He confirmado quiénes son los que nos persiguen. Se trata de la FEUE (Fanáticos por la Evolución y la Utopía en Endor), un peligroso grupo de radicales, que buscan alcanzar el progreso en todos los países de Arda empleando para ello cualquier medio, incluyendo medios sólidos como bastones, garrotes o cosas peores. Al parecer han descubierto la existencia del Desmaculador, y desean protegerlo a toda costa, o mejor dicho, a nuestracosta.
-Vaya… no creía que nuestra misión pudiera tener este tipo de derivaciones… -suspiró Eleder-. En fin… ¿y las otras noticias?
-Son mejores –sonrió Celebriel-. Me han confirmado que ese profesor Cavada se esconde, efectivamente, en el Valle Secreto. Pero he conseguido ponerme en contacto con él por palanmóvil –Eleder dio un respingo-. Le he dicho que queríamos hablar con él de su trabajo… ¡Y ha aceptado! Se reunirá con nosotros en el Norendë, el complejo turístico y comercial que rodea la Mitad del Mundo. Sólo tenemos que ir allí, y…
Celebriel se calló. Unos sonidos inconfundibles ascendían por la escalera de la torre. Sonidos de pasos. Eleder miró abajo y estuvo a punto de murmurar “Tambores, tambores en las abismos…”
-Y para ir allí –musitó-, sólo tenemos que bajar estas escaleras… ¿Verdad?
-Eeehm, pues… -vaciló Celebriel, mientras los pasos seguían ascendiendo, cada vez más cerca. Y esta vez no había ninguna salida; estaban atrapados.
(Continúa)
2 Comentarios:
Te noto como sin aliento, doctor XD
El lema de nuestra Universidad reza "Parece dormido, pero está vivo". Yo siempre he intentado hacer realidad al menos la primera parte... ¡Tanta actividad no es habitual en mí!
Publicar un comentario
<< Principal